“ME GUSTA COMO SOY”
Había
una vez, un chico que tenía el pelo color blanco, pero blanco-blanquísimo, como
la nieve, como la crema, como el algodón. Nació un día de sol brillante. Los
papás estaban tan contentos que no dejaban de sonreír, y a todos les comentaban
emocionados, lo hermoso que era su bebé.
Cuando salieron del sanatorio, los rayos de sol
iluminaron la cabeza de Ezequiel, y la mamá le dijo al papá
– Mirá, parece un angelito
– Sí, es el bebé más lindo, del mundo- contestó
radiante, el papá.
Así creció Ezequiel, contento, querido y orgulloso de
su pelo blanco, blanquísimo.
Vivió en el campo hasta que tuvo 5 años, allí se crío
jugando con los animales, alimentando a las gallinas y sus pollitos, hasta
aprendió a andar en un caballito, que el papá le regaló, especialmente para él,
al que le puso de nombre Petiso, y se convirtió en su mejor amigo.
Una noche llena de estrellas,
Ezequiel escuchó que los papás conversaban en la galería de la entrada de su
casa. Se acercó despacito porque los notó preocupados, al verlo los papás le
dijeron que era muy tarde y debía ir a dormir. Ezequiel queda tan intrigado,
que se escondió detrás de la puerta para escuchar. !!! Qué sorpresa se llevo
¡!!!!. Los papás estaban hablando de mudarse, ¿ mudarse? ¡SÍ! Ir a vivir a otra
casa, nada más ni nada menos que a la ciudad, y todo el asunto era porque
Ezequiel tenía que empezar a ir a la escuela, y por allí donde vivían no había ninguna
cerca. ¡QUE ALEGRÍA ¡ conocer la ciudad tener nuevos amigos, eso sí que parecía
divertido. Así fue que juntaron sus cosas y se mudaron a una linda casita en la
ciudad que quedaba muy cerquita de una hermosa escuela con sus paredes pintadas
con dibujos que habían hecho los chicos junto con las maestras.
Ezequiel estaba tan entusiasmado, que no podía
quedarse quieto. Fue con su mamá a comprar el guardapolvo y los útiles
escolares, él eligió todos con la marca de su cuadro favorito. Esa noche casi
no pudo dormir, de tan entusiasmado que estaba. Entonces llego el día tan
esperado, ¡el primer día de clases!. Ezequiel se levanto muy temprano, contento
y nervioso. Se lavo la cara, los dientes y se peinó su blanco-blanquísimo pelo blanco. Ese pelo que era su
marca especial en la vida, ese pelo que su mamá acariciaba todas las noches
antes de que se duerma, su hermoso pelo de nieve, como le decía su papá. Llegó
a la escuela junto con sus papás, lo besaron en la entrada, y Ezequiel con paso
decidido se acercó al patio a la fila de primer grado.
Allí se empezó a sentir raro, todos los chicos lo
miraban, no solo los de su grado, de todas las filas los grandes, los chicos, y
Ezequiel no entendía porque, quería que lo tragara la tierra. De pronto un
chico se acercó y le dijo
– ¡Oye!, ¿por qué tienes el pelo así?
Ezequiel, no contestó, no sabía que decir, se
preguntaba
-¿Así cómo?, ¿lindo como la nieve?.
Ante su silencio todos lo miraron, algunos empezaron a
reírse y otros a cargarlo, le gritaban:
–
¡Cabeza de crema!, ¡cabeza de papel!, ¡cabeza de azúcar!
Ezequiel miró a su alrededor y de pronto, con espanto
descubrió que, no había ningún chico con el pelo blanco-blanquísimo como el
suyo y parecía que esto les molestaba a los chicos de la escuela. Lloro en
silencio, como para adentro, ya no le gustaba la escuela, se sentía triste y
quería volver a casa.
La seño los saludo uno a uno con un beso y los llevó
hasta el aula. El aula era lindísima, estaba decorada con los nombres de todos
los chicos, con dibujos, letras y números. Pero Ezequiel estaba tan triste que
no podía ver lo linda que era su aula, solo quería llorar y salir corriendo. Se
sentó solo, nadie quiso sentarse con él, porque todos pensaron que su color de
pelo lo hacía un chico raro.
Mary Luz, la seño, les dijo que iba a
pasar lista, que a medida que los nombrara fueran parándose al lado de su
silla. Mary Luz comenzó – que se paren los altos- los chicos desorientados se
miraron – vamos, dijo la seño, párense los altos- Los chicos se pararon. La
seño siguió diciendo, ahora los petisos, los de pelo color rojo, los que usan
anteojos, los que no usan anteojos, los morochos, los pálidos, los que tengan
aparatos, los de pelo blanco, los de pelo marrón, los que tengan dientes
chiquitos, los de dientes grandes, los que se portan bien, los que se portan
mal, los simpáticos, los tímidos, los charlatanes, los calladitos y así siguió
con una lista interminable.
Los chicos no hacían más que pararse, sentarse y
volverse a parar, porque todos, todos, todos, se sentían nombrados varias
veces. Algunos eran bajitos, charlatanes, de pelo amarillo y a veces se
portaban mal. Otros eran calladitos, altos, de dientes chiquitos y simpáticos.
Todos tuvieron que levantarse tantas veces que quedaron agotados. Pero faltaba
lo último. María Luz dijo – ahora que se paren, los que quieran divertirse, los
que quieran aprender, los que quieran hacerse amigos, los que quieran jugar,
los que quieran reírse-
¿Se imaginan lo que pasó?, ¡SIII! Se levantaron todos
juntos, gritando
– Yo, yo, yo, yo, seño. Entonces, Mary Luz dijo:
No importa las diferencias que tengamos, miremos que tenemos en
común para así poder respetarnos y pasarla bien todos juntos. Ezequiel, había
dejado de llorar. Otra vez se sentía contento y con ganas de estar en la
escuela. De pronto se acerco un chico y le pregunto si podía sentarse con él,
Ezequiel le contesto que sí. De ahí en más, lo que conozco de esta historia es
que Ezequiel se hizo muchos, muchos amigos, y otra cosa que me contaron, es que
cuando había que actuar de Papá Noel, siempre lo elegían a él, lo que lo hacía
sentirse muy, pero muy orgulloso de haber nacido con ese pelo blanco-
blanquísimo.
Por: Sonia Almada – psicóloga infantil